Este texto puede ser reproducido libremente siempre y cuando
--Reconozco que el 12 de junio de 199... estaba demasiado preocupado y estresado y todo lo que ustedes quieran, pero yo les prometo que lo vi. Sí, lo vi. Ahí enfrente. Era uno que llevaba gafas, con pelo moreno, arreglado... como cualquier ejecutivo de esta zona. Pues bien, yo ví cómo desaparecía... ¡que sí! No estoy loco, lo vi. No os descojonéis, por favor: a mí estas cosas me parecen muy serias. Como sigáis así, no os lo cuento.
--Bueno, vale, pero te estás burlando de nosotros. ¿Cómo va a desaparecer uno así, por las buenas?; y además en pleno día...
--Claro, si fuera por la noche te lo tragarías, ¿no? ¡anda que tú, también...!
--Pues es verdad, lo ví con mis propios ojos. No, si ya sabía yo que no os lo creeríais. ¡Incrédulos, que sois unos incrédulos! Mira: fue ahí mismo, un hombre como ese, igual el mismo que está andando por la otra acera.
--¡Cuidado, que desaparece!
--Pues ha desaparecido.
--Venga ya, a mí no me la dais ahora...
Efectivamente. Aquel hombre que paseaba tranquilamente por la calle acababa de desaparecer...
(18 de mayo de 1994).
Como un licántropo, huye un hombre entre los edificios inertes. La luna se refleja en su rostro como el sol en el de la luna.
Su sombra se alarga al proyectarse, retorcida, sobre las enredadas callejuelas. Y bajo su oscura gabardina se ve el resplandor, acuoso y rojizo, de un cuchillo quizás ensangrentado. Los vampiros han salido esta noche, noche en que las cucarachas han ocupado la ciudad con su riada negra.
Ella tampoco duerme. Sabe que ninguna persona tratará de robar en su casa o de trepar por su ventana. Pero ha leído que no todos los ladrones son personas: ha leído en oscuros libros lo que otros no supieron descifrar. Y conoce la existencia de los antiguos dioses, cuya presencia demoníaca podría buscarla. Sabe que ha sido elegida para el sacrificio, y espera con la ventana abierta la llegada de Aquello de quien será víctima.
Mientras tanto, bajo las ventanas, el hombre tiene un único amigo y su lengua es de metal. Los gatos espían silenciosamente al lobo y la lechuza canta junto al oído de una estatua la grandeza de un general macedonio. Un ratón corre por el césped. La lechuza alza el vuelo. Alguien encontrará mañana unos huesecillos de ratón apelotonados. Una figura oscura se sienta, a la vez que su sombra, en un banco de piedra.
Quienes trabajan en las alcantarillas saben qué pozos deben evitar. Los propietarios de bodegas tapiaron hace ya tiempo los arcos que conducen a las grutas más profundas. Pero los hombres siguen traspasando la línea que las ratas no se atreven a pasar. Los iniciados sobreviven.
Una ventana abierta. El viento nocturno aletea en las cortinas de gasa transparente. En su cama, reposando dulcemente, una mujer muerta deja que la luna la bese.
Del corazón femenino gotea la sangre que se escurre entre las sábanas y forma un charco en la tarima. La sangre corre entre las grietas y busca las rendijas. Nadie sabe cómo, pero desciende por las escaleras en majestuosas cascadas, y se filtra entre los adoquines. Porque la sangre del sacrificio pertenece a la Diosa.
Madrugada (1:22) entre el 21 y el 22 de junio de 1995.
En los últimos tiempos, las visitas de los incorpóreos han ido escaseando, sin embargo; su duración ha ido abreviándose a la par, con lo que se ha reducido el número de testimonios fiables; mientras que, por el contrario, florecen por todo el planeta los que presumen de taumaturgos.
Ante esta situación, comprenderá el lector mi incredulidad cuando mi amigo Vargas vino a contarme los milagros del reverendo Flórez. Ya había yo escuchado hablar del padre Flórez, como se hacía llamar, a través de otros canales. El foro px.religion.prodigia abunda en rumores sobre su figura, que comparan con la de Orson Brown e incluso con las de Jesucristo y "Che" Guevara. El más persistente de ellos alude a la levitación durante el consumo de una jícara de chocolate, pero parece más bien leyenda urbana, puesto que en una obra del siglo XX —Cien años de Soledad— aparece descrito un milagro similar.
San Sebastián de los Reyes-Madrid, entre el 11 y el 17 de Marzo de 2000 (probablemente, el 11 de marzo).
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